PUNTOS DE ENCUENTRO



PARA SER CONSTRUCTORES DE UN MUNDO MEJOR

19/4/10

Conflicto




Hace ya varias décadas que los investigadores de las ciencias sociales
comenzaron a preocuparse por los conflictos, como una vía de explicar problemas y vicisitudes de los seres humanos. El objetivo era intentar comprender unitariamente las causas y dinámicas de las relaciones que establecemos. Gracias a esta preocupación se ha ido abriendo poco a poco el concepto de conflicto, de tal manera que cada vez ha sido más útil para explicar fenómenos grupales, sociales e incluso internacionales.
Podríamos decir que somos conflictivos desde el inicio de nuestra historia como humanos. La cultura, que nos diferencia del resto de los animales, es desde el principio un instrumento que intenta definir los vínculos, mediar, establecer relaciones con el resto de los animales y la naturaleza y, sobre todo, con nosotros mismos. En todo el entramado de circunstancias «conflictivas» en las que vivimos la cultura, los valores, las normas de conducta o las instituciones, ayudan a establecer relaciones, a ordenar, a consensuar y a cooperar para abordar los diversos problemas con los que co-habitamos.
Hay que reconocer además que los humanos tenemos la gran suerte de poder pensar, sentir, experimentar, aprender, transmitir y comunicar, de inventar continuamente nuevas situaciones que se diferencian de lo establecido, de lo conocido con anterioridad.
Este es el punto de nuestra «genialidad», donde aparece la capacidad de crear o inventar (herramientas, tecnologías, hábitats, formas de agruparse o nuevos alimentos). Esto es lo que nos permite iniciar una evolución basada en la cultura más que en los cambios genéticos. También, como se puede comprender fácilmente, este espacio «evolutivo» es propenso para que aparezcan propuestas y posiciones diferenciadas que nosotros llamamos conflictos.
Así, los conflictos nos han acompañado como especie desde el inicio hasta nuestros días, como un ámbito de cambio, variación y elección entre diversas posibilidades. Y el éxito de la especie ha dependido de la capacidad de socializar estas «divergencias» y convertirlas en energía creativa. Dicho de otra forma: la vida sin conflictos sería muy aburrida, probablemente no sería ni vida. [V. I.3. Vivir con la Paz y los conflictos] Inicialmente la mayor preocupación estuvo centrada en la necesidad de reconocer los procesos de la violencia, cuáles eran sus causas, por que se producía.
Así se comprendió que había necesidades e intereses de cada grupo que la propiciaban, que cuando eran gestionados como contrapuestos podían producir perjuicio y daño a alguna de las partes implicadas. [V. IX. Qué es la violencia] Con el paso de tiempo también se comprendió que los conflictos –por supuesto tampoco la paz– no eran siempre un momento peligroso –antesala de la violencia–, sino que bien gestionados había muchos conflictos que en su propio discurrir habían ido siempre del lado de soluciones o regulaciones pacíficas. Es más ahora reconocemos que la mayor parte de los conflictos se han regulado pacíficamente a lo largo de la historia. [V. I. La Paz]
Así se ha llegado a considerar que la teoría de los conflictos puede que sea uno de los aportes más valiosos de los estudios sociales de las últimas décadas
para interpretar las relaciones entre las personas, los grupos y la propia especie.
Ya que a través de los conflictos es posible comprender las redes de relaciones, el papel de los valores y las ideas, las conductas y comportamientos, la distribución del «poder» y los mecanismos de cambio. El conflicto es un concepto central para la explicación de la dinámica de las entidades humanas (individuos, grupos y especie).